Los sistemas de evaluación de la función pública son indispensables para fomentar el buen gobierno: la eficacia y la honestidad. 

En la metodología del Semáforo Delictivo tomamos en cuenta algunas reglas que derivan de la experiencia de medir y evaluar sistemas complejos. Además del Semáforo Delictivo, hemos elaborado otros semáforos, como el de Procuración de Justicia, el Educativo, el de Desarrollo Social y el de Buen Gobierno. 

Intención. Lo más importante de un sistema de valuación es su intención. ¿está enfocado al bien común o a un interés personal o de grupo? ¿Es para todos o es para unos cuántos? Entre mejor sea su nivel de consciencia, más impacto tendrá. Desea la paz o la venganza, se ubica en la negación o en la aceptación? Para evaluar esto tenemos que ir detrás de las palabras o los lemas  y cuestionar el verdadero fondo el programa.  

Medir Resultados. El segundo punto que se debe cuidar  es lo que va a evaluar. ¿Quiere evaluar actividades o resultados? Lo relevante en cualquier sistema complejo son los resultados y de ellos, los más relevantes son los de impacto. La seguridad, la paz, la competitividad, la salud y la satisfacción del cliente o de los ciudadanos son resultados de impacto. Todos ellos van al impacto final de cualquier política pública o servicio.  Medir actividades por el contrario, es costoso e infructuoso. 

Sistemas Complejos. Las familias, las comunidades, el tráfico, el gobierno son sistemas complejos, sistemas vivos, con capacidad de auto-ordenamiento, muy diferentes a los sistemas mecánicos, artificiales, que son sistemas simples. Los sistemas simples, mecánicos, se controlan; los sistemas complejos se auto-ordenan.  Lo hacen con intención, información y reglas básicas de acción.  Nadie controla el tráfico de una ciudad, no se requiere que un policía nos acompañe en cada auto y nos controle, todos nos cuidamos y fluimos en base a las reglas, la información y la intención de transitar con  fluidez y seguridad a nuestro destino. Cada quien se controla a sí mismo.

 

Control u Orden. Un sistema de valuación debe fomentar el auto-ordenamiento. Si el sistema pretende el control su efecto será el caos. Ejemplos típicos de intención de control sobre un sistema complejo son: exceso de reglas, exceso de controles, supervisión jerárquica, información para unos cuántos, beneficio para unos cuantos. (Esto se relaciona con la intención de control o de auto-ordenamiento.) 

Sustentabilidad. El sistema debe ser  económico para que pueda mantenerse en el tiempo. De nada sirve tener una buena evaluación si es demasiado costosa. 

Entendible por todos. Si el sistema de evaluación es complejo y no es entendible por todos- ciudadanos y funcionarios-, si el sistema es académico, no es útil. 

Utilidad. El sistema debe impactar favorablemente en los  resultados deseados. ¿Está mejorando la salud, la paz, la competitividad, el medio ambiente, la conexión, la satisfacción? Los sistemas de evaluación buscan mejorar los proceso de toma de decisiones y la participación ciudadana. 

Mínimo. Menos es más. Entre más sencillo sea, será más contundente...y útil. 

Ético. No debe tener agendas o intereses ocultos, mejor aun, debe tener la capacidad de detectar esos intereses personales que no van en función del bien común. (Esto se relaciona con la intención de control o de auto-ordenamiento.) 

 

Metas retadoras pero factibles. El sistema debe tener referencias deseadas. ¿Qué es mejor, más o menos? ¿Cuánto es mejor? 

Público. El sistema debe ser para todos y no para unos cuantos. (Esto se relaciona con la intención de control o de auto-ordenamiento.) 

Flexible. Los sistemas evolucionan, los sistemas de evaluación también deben evolucionar. 

Autor: Santiago Roel R.