Los viejos conceptos de Estado-Nación del siglo 19 ya no encajan en la realidad de un mundo moderno, conectado y diverso de este siglo.

 

 

Lo que tenemos son ciudades exitosas como Nueva York, Londres, Milan, San Francisco, Los Angeles o Shangai y por el otro lado, conceptos anacrónicos de Estado-Nación.

 

Tan exitosas son las ciudades que mantienen a todo el país. No sólo eso, también mantienen ejércitos, burocracias y políticos nacionales que son parásitos y ponen en riesgo el éxito de las ciudades.

 

México ya no solo depende de Monterrey, CDMX y Guadalajara. Ahora tenemos a León y la región del bajío, Querétaro, Aguascalientes, Culiacán, Tijuana, Torreón, Puebla, Los Cabos y Cancun. Esto es un buen síntoma de desarrollo, como dice Parag Khanna.

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Cada vez es más claro que las ciudades progresan a pesar de las malas decisiones de los gobiernos nacionales.

 

Cada vez es más claro que los Presidentes y Primeros Ministros, las fronteras y las identidades nacionales no funcionan en el mundo moderno.

 

Las ciudades y sus alcaldes, suelen ser mucho más hábiles en defender las verdaderas necesidades de la población. No así los políticos nacionales que se ubican muy lejos de su población, de la rendición de cuentas y del pragmatismo.

 

Las ciudades exitosas son mucho más liberales que los Estados Nación. ¿A quién le importa la guerra o la nacionalidad en Nueva York o en San Francisco?

 

El populismo es un intento de salvar al Estado Nación haciendo alianza y buscando votos en las regiones pobres. ¿No ganó así Trump? Por tanto, todas sus decisiones juegan en contra de los habitantes de las ciudades exitosas.

 

El populismo es nacionalista, anti-liberal, anti-mercado y anti-ciudad. Se mantiene con resentimiento de las regiones pobres que pretenden imponer su voluntad y extraerle recursos a los exitosos.

 

Macario Schettino alguna vez dijo que no nos iría tan mal si AMLO se concentrara en el sureste de México, sin trastocar la libertad económica de lo que está al norte del paralelo 20.

 

Desafortunadamente no es así. Como en la leyenda de Procusto, la 4T pretende cortar a todos para que embonen en su concepto de estado-nación del siglo 19. Por eso, se opone a los aeropuertos modernos y toma como símbolo el trapiche de caña jalado por una mula.

 

Hemos caído en el romanticismo anacrónico de lo rural, lo pobre y lo nacional. Pensemos en ciudades y en ponerle límites al gobierno federal para defensa de nuestras libertades. Los citadinos sí aceptamos los retos del mundo moderno y rechazamos que un político pueblerino quiera convertirnos a todos en aplaudidores de plaza.

 

En el largo plazo creo que el mundo funcionará exitosamente con federaciones de Ciudades-Estado, si es que los políticos nacionalistas no lo destruyen antes.

 

Santiago Roel

Lecturas sugeridas

  • Identity- Francis Fukuyama
  • What is populism? - Jan-Werner Müller
  • Connectography- Parag Khanna
  • Why Nations Fail - Daron Acemoglu/James A. Robinson