Seguiremos creando leyes y autoridades, pero las autoridades ya no serán centrales, ni jerárquicas, sino descentralizadas y colectivas, y el orden emergerá como siempre emerge, de abajo hacia arriba.

El ser humano lleva la sociabilidad a niveles extraordinarios. Su inteligencia ha evolucionado para ello: inventa sistemas sociales para sacarle provecho a la inteligencia colectiva. Sobrevive y se reproduce con éxito cuando el sistema social-político lo fomenta o cuando menos, lo permite.   

Para poder vivir en colectividad se requieren leyes y autoridades. Sobre las leyes naturales, físicas y biológicas el ser humano ha creado leyes sociales que evolucionan más rápidamente que las naturales. Los sistemas sociales se auto-ordenan así, con reglas, información e intención, y en ese sentido el ser humano tiene ventaja, pues es capaz de crear nuevas reglas y transmitir mejor la información. Sin embargo, la intención no siempre ha sido la correcta.

Si la intención es la de crear un sistema justo, con oportunidad (ojo, dije oportunidad no resultados) para todos o cuando menos para una mayoría, la comunidad florece y prospera; si la intención es la de centralizar el poder en un líder, invariablemente el líder acaba abusando del poder. Es una lección histórica muy dura, llena de asesinatos, conspiraciones, traiciones y golpes militares.  

Hay dos constantes en la historia de la humanidad. La lucha por el poder y la rebelión ante el poder. Mantener el poder suele ser mucho más difícil que conquistarlo. Desafortunadamente, las rebeliones rara vez contribuyeron a un mejor sistema; generalmente, derivaron en la usurpación del poder por un nuevo grupo que volvía a abusar del poder.

La democracia moderna intenta resolver este dilema mediante la división del poder para contraponerlo y equilibrarlo, y con las elecciones, para renovarlo periódicamente. Es un gran avance porque ya no espera la buena voluntad del líder político, por el contrario, asume la mala intención y la neutraliza: Ni eres monarca absoluto, ni te puedes perpetuar en el poder.

El sistema democrático se auto-corrige. Es un mercado político, con compradores y vendedores, reglas claras, autoridades imparciales y premio al mérito, no a la riqueza, al poder o la fuerza. Por ello, la democracia está empatada al increíble desarrollo económico y social de la humanidad en los últimos 200 años.

Sin embargo, la democracia no es perfecta, depende de la fortaleza de las instituciones y de una participación inteligente y activa de sus ciudadanos. Depende del buen juicio de las masas y ciertas condiciones económicas y culturales.

Actualmente, la democracia sufre un embate por el populismo que aprovecha el descontento social que la propia era de la información digital ha generado. Es una nostalgia enfermiza y peligrosa. Los populistas han asaltado a la democracia con fines de centralización y perpetuación del poder. En este escenario sólo los sistemas más fuertes se pueden defender.

¿Podemos construir un sistema más fuerte, más anti-frágil que la democracia, que le dé poder al individuo en colectividad? ¿Un sistema más libre que premie el mérito y la razón en lugar de la fuerza? ¿Un sistema que no sea víctima de las mentiras y engaños de los demagogos o dependa del buen juicio de las masas?

Sí, mediante la tecnología, de hecho, ya lo estamos construyendo. La internet fue el primer paso, la banda ancha y el acceso por la población en general, fue el segundo paso. El tercer paso es el ambiente crypto; es decir, un sistema descentralizado, abierto, público que no requiere de intermediación de gobierno para operar.

Las reglas son claras y equitativas, la información fluye con facilidad y transparencia y la intención es de buen nivel: los contratos y las controversias se resuelven mediante la razón. Empezó con ideas, The Sovereign Individual, publicado a fines del siglo pasado, lo expresa muy bien. Luego surgió Bitcoin, la primera moneda digital. Hoy vemos todo un ecosistema de finanzas descentralizadas, DeFi, que está explotando porque es mucho más efectivo que el sistema tradicional, al cual, eventualmente, desbancará. Algunos gobiernos y fondos privados ya lo entendieron. En unos cuantos años el ciudadano común y corriente lo utilizará sin problemas.

Pero la tecnología da para mucho más y viene a sustituir cualquier necesidad de intermediación jerárquica. Es el poder del individuo en su máxima expresión interactuando con una gran colectividad de manera inmediata, económica y racional. Poco a poco y sin saberlo, empezaremos a utilizar esta tecnología no sólo en el mercado financiero, sino en cualquier mercado y eventualmente, en el político. Con el gran acierto de que ya no se requerirán estructuras de poder jerárquicas como las conocemos.  No sé cuándo, pero para allá vamos, y vamos en el camino correcto. El siglo XXI será el siglo del poder descentralizado.

Seguiremos creando leyes y autoridades, pero las autoridades ya no serán centrales, ni jerárquicas, sino descentralizadas y colectivas, y el orden emergerá como siempre emerge, de abajo hacia arriba; la inteligencia colectiva en su máxima expresión.

 

 

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*Santiago Roel R. es director y fundador de Semáforo Delictivo, herramienta de rendición de cuentas, evaluación y análisis del comportamiento de la delincuencia y violencia en México.

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